Por Lisandra Durán Gutiérrez.
Siempre que comienza un proyecto queda la duda de si perdura. Éxito que depende, más que de las intenciones de sus creadores, ya sean nobles o no, de la pertinencia. Claro, decir que este es el único requisito sería simplista de mi parte, pero a mi modo de ver es el más importante para que un proyecto se consolide, por lo menos en Cuba. Un país donde tanto se aboga por la eficiencia y por hacer todo cuanto podamos con lo que tenemos. Me vienen a la mente ahora las sabias palabras de un campesino del Escambray,…no es tener todo lo que se quiere sino querer todo lo que se tiene, concepto que he incorporado a mi vida.
Me consta que es es el caso de La Joven Cuba (LJC), pues hace poco tuve la suerte de conocerla. Decir que es sólo un blog también sería una visión simplista de mi parte. Más allá de lo evidente, que me pareció de lo más oportuno que se hace en Cuba actualmente por jóvenes, reconocí lo que está detrás de la fachada. Lejos de ser un blog más en la red de redes, LJC ha logrado impactar a todos sus usuarios y por el camino quienes pensaron transformar también se han visto transformados por un fenómeno cuyo alcance fue impensado. Lástima que no todos vean más alla de lo evidente.
Creo que esta es mi oportunidad de participar en la construcción de un puente que aún solidifica sus cimientos. Otros comparan a LJC con un niño que aún gatea, una realidad que ya cambia. Nuestro niño crece y más pronto de lo esperado será un joven cubano con la necesidad satisfecha de intercambiar experiencias e ideas dentro y fuera de sus fronteras.
LJC ya tiene asegurada su presencia en la Universidad de Matanzas (UMCC), en la Universidad Central de las Villas (UCLV) y el resto de los Centros de estudios superiores del país preparan condiciones para recibirla, tanto como esperamos el cable de fibra óptica, un tema para un próximo comentario.
Por el puente de LJC cada vez hay más tráfico, será como estar en la primera fila del teatro.
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